El desarrollo de una idea: los jugadores de cartas

En el nuevo capítulo de “El Arte del Juego” de la Revista AZAR, José Antonio Gómez Yáñez explora “El desarrollo de una idea: los jugadores de cartas” de Theo van Duesburg. Este análisis resalta cómo el tema clásico de los jugadores de cartas evoluciona hacia la abstracción geométrica bajo la influencia de la fotografía y el neoconstructivismo. Van Duesburg, contemporáneo de Mondrian, transforma esta representación, manteniendo la esencia, pero cambiando la forma. Su obra “De Kaartspelers” destaca por su precisión geométrica y armonía, reflejando un profundo diálogo con sus predecesores como Cézanne y su movimiento generacional.

El desarrollo de una idea: los jugadores de cartas (De Kaartspelers)

Theo van Duesburg (Utrech, Holanda, 1883 – Davos, Suiza, 1931)

Poco después del fallecimiento de -nuestro pintor de hoy- Van Duesburg (1931), Paul Valery, en 1938, escribía: “la historia de la literatura no debería ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras sino la Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura. Esta Historia podría llevarse a término sin mencionar un solo escritor”. Antes, en 1844, en Concord (Massachussets), Emerson dejó: “Diríase que una sola persona ha redactado cuantos libros hay en el mundo; tal es la unidad central que hay en ellos que es imaginable que son obra de un solo caballero omnisciente”. Ambas citas las extraigo de Borges (La flor de Coleridge, Otras Inquisiciones, primera edición de Emecé, Buenos Aires, 1960. Me conformo con la ya antigua de Alianza de 1985, el primer libro que leí de Borges, en su pág. 17).

Viendo el desarrollo de la idea de los jugadores de cartas puede afirmarse lo mismo de la pintura. Este tema, dos o tres jugadores concentrados en sus naipes, es un clásico. En esta pequeña serie vimos su transformación: el gozne fue Cézanne, vimos la reinterpretación “valenciana” de Sorolla. El bacarrá desde la óptica de la abstracción lo vimos a través de Vilmos Huszar. Esta transformación, manteniendo el tema central, se debió a la aparición de la fotografía. La pintura -su Espíritu Colectivo- reflexionó sobre su existencia y se replegó sobre sus cuarteles simbólicos, los juegos de percepción, el color y la abstracción geométrica. En pocos años, el tema de los jugadores de cartas transitó desde su representación realista a la abstracción. Se habla de París, Viena o Berlín como puntos neurálgicos del arte en las primeras décadas del siglo XX, pero Ámsterdam no se quedó atrás, allí Piet Mondrian impondría nuevas visiones hacia la abstracción.

Estricto contemporáneo de Huszar e implicado en su mismo movimiento generacional, Theo van Duesburg destacó en la pintura, diseño y arquitectura, también como teórico del arte. Se caracteriza por las formas y colores geométricos y abstractos, que crean una sensación de equilibrio y armonía. Utilizó colores primarios, rojo, amarillo y azul; líneas rectas y formas básicas: círculos, cuadrados y rectángulos. Son elementos comunes a toda su obra. Escribió numerosos ensayos y artículos teóricos sobre el arte y la arquitectura, fundó con Mondrian la revista De Stijl (El Estilo) que se publicó entre 1917 y 1926 y fue el buque insignia de las vanguardias en Holanda. Su influencia y guía intelectual fue tan grande que se le considera cofundador, con Piet Mondrian, del neoconstructivismo holandés -una de las vertientes más influyentes de la abstracción-. Una de las integrantes del grupo, Lola Prusac, diseñó la línea de bolsos de Hermes basada en los recortes, azules, amarillos rojos y blancos características de Mondrian.

Una de las obras más conocidas van Duesburg es “De Kaartspelers”/“los jugadores de cartas” (1916-17) con el que lleva el tema clásico a la abstracción geométrica pura, alejada del cubismo (Huszar, en su bacarrá se acercaba más a este movimiento). El cuadro se desglosa en formas geométricas puras, en vez de disolverse en bloques de color separados por límites imprecisos. La precisión de los personajes, la mesa, las sillas, el espectador es absoluta. Despierta la complicidad del espectador -de la pintura, no el testigo de la partida- mostrando lo que parecen ser las cartas en la mano de cada jugador. Le da un toque de cotidianeidad el vaso de refresco a la derecha del jugador de la izquierda. Sorprende la influencia que las versiones precedentes de Cézanne dejaron en van Duesburg, dejar rastro de ellas fue una decisión deliberada, claro está, quiso mostrar la “evolución del espíritu de la pintura”, no una ruptura:

• El color de las capas o gabardinas de los jugadores son los mismos: ocre y azul.
• El espectador viste de azul y contempla con los brazos cruzados, como en la segunda versión de Cézanne.
• Hay un cambio llamativo, mientras en todas las versiones de Cézanne todos los personajes fuman, menos el niño de la primera, aquí sólo lo hace uno -el de la derecha-. Fuma en pipa, la pipa está presente en todas las versiones de Cézanne, en este caso está sobre la mesa, al lado del jugador de la derecha.

En suma, siguiendo la transformación de la pintura, las ideas que subyacen a su plasmación son las mismas. Cambia la forma de expresarlas, no el fondo.

El cuadro ha tenido más suerte que los de Huszar o Sorolla comentados, arrinconado en un almacén o en el vestíbulo de un despacho oficial, respectivamente. Este está expuesto en el Museo de la Ciudad (Kunstmuseum) de La Haya.

Hay un estudio previo, un borrador que parece algo apresurado, pero con la idea casi terminada, está en el Museo Kröler-Müller, Oterlo, Holanda, curioso, en este borrador en los extremos superiores del cuadro hay cinco cartas, no cuatro como en el definitivo. En este borrador hay algunos detalles que faltan, aparecerán en la versión definitiva, pero están todas las líneas que la estructuran.

Permítanme que insista en una idea, con este arsenal cultural y de imagen sigo sin comprender la timidez del sector del juego para jugar en la escena pública.

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