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“Pasen y jueguen…” por Óscar Pingarrón

Óscar Pingarrón

 Partiendo de ese punto inicié yo mi propia reflexión al respecto, pues mi intuición me dice
que existe una importante relación entre el juego y la creatividad artística mas allá de que
sirviera de inspiración a Dostoievski.

Yo llevo toda la vida metido en este sector nuestro. Y cuando digo toda la vida, es cierto,
algunos lo pueden suscribir. Soy maquinero de oficio, vamos, que lo que me gusta, de lo
que de verdad entiendo, es de máquinas de entretenimiento y juego. Me siento delante de
un pinball, o delante de una máquina tragaperras (llamemos a las cosas por su nombre), y
mas o menos en un plazo razonable de tiempo puedo decir si es buena, regular, o mala, y
suelo acertar. Y uno no nace enseñado.

Mi padre decía que el distinguía si un pinball era bueno o no, si veía mover el culo al
jugador o no. Es cierto, para el caso del pinball, lo del culo. Y como símil es bueno, para
saber si una máquina es buena, hay que haber visto a la gente jugar o tener alma de
jugador
como mínimo.

El haber sido testigo y hasta participe de muchos juegos, no siendo especialmente
aficionado a ellos, excepto al emperador de todos los juegos: el MUS, y siendo dado a la
reflexión filosófica en voz alta, que si en la Atenas clásica hubiera habido bares como los
de Madrid, Aristóteles en vez de crear la escuela peripatética hubiera inventado la escuela
de las cañas y la tapita, y así un servidor, en vez de ser maestro de la reflexiones en alta
voz y con un incauto interlocutor acompañado de unas cervecitas, hubiera elevado a la
categoría de pensamiento mis atinadas reflexiones escribiendo un tratado… Pero me
estoy perdiendo. Vuelvo.

El haber sido testigo y a veces participe de muchos juegos, me ha permitido distinguir dos
tipos básicos de jugadores, extremos en una distribución normal: el jugador que juega
para ganar, y el que juega para divertirse.

Otros tal vez podrán decir que hay dos tipos de jugador, el que gana y el que pierde, pero
este es mi articulo de opinión. En realidad son dos maneras distintas de llamar al mismo
tipo de jugadores: el que juega para ganar mas o menos, acaba ganando (o deja de jugar,
valor de sus propias cartas o contra el valor de las cartas de los adversarios, y en el otro
tipo de juego de cartas los jugadores van construyendo de diferentes maneras, con una
estrategia y a lo largo de la partida, una combinación ganadora de cartas que permita
obtener un logro antes o mejor que el resto de los jugadores.

En el primer tipo de juego, del cual el Poker y el imperial MUS son claros ejemplos, los
mejores jugadores siempre van construyendo una historia, un relato, ya sea en una sola
mano, ya sea a lo largo de una larga partida o campeonato. Esa historia el jugador la crea
para engañar al contrario, para que crean algo que no es, para que los oponentes crean
que pueden ganar y hacer perder a ese narrador, y así arriesgar mas, o al revés, para que
los contrarios crean que no pueden ganar esa mano. En una mano se pueden juntar
varios narradores distintos con diferentes historias que compiten en credibilidad o en
engaño, y en las cuales los naipes no son casi nada mas que una excusa. Cualquier
jugador experto de MUS (yo uno de ellos por supuesto), ha jugado partidas en la que
hasta que no se ha acabado la mano ninguno de los jugadores ha mirado las cartas para
saber las bazas que llevaban. Aquí, los jugadores lucrativos se distinguen por ser los que
construyen historias capaces de engañar o convencer a los jugadores recreativos, que
suelen ser simples oyentes, pagando mano tras mano y solo sobreviviendo en la partida
por los avatares del azar, la estadística o su capacidad pecuniaria.

En el segundo tipo de juego de cartas, la elaboración de la jugada ganadora es en si una
narración, la construcción de una historia, en la cual los buenos jugadores tienen mayor
maestría en la elaboración de sus estrategias y en la toma de riesgos.
Hasta en los juegos mas pasivos como pueden ser los puros de azar, la ruleta por
ejemplo, los jugadores construyen historias, a veces son historias como el cuento de la
lechera, otras veces son historias muy cortas, como vaticinios en torno a un instinto
adivinatorio …

En el campo que habitualmente nos ocupa, al fin y al cabo estamos visitando esta revista,
que son las máquinas de juego y las apuestas, ocurre algo parecido, en las apuestas los
jugadores recreativos se quedan viendo, contemplando historias ajenas, como son los
partidos, ligas, carreras… Los jugadores lucrativos no escuchan historias, sino que
elaboran estadísticas y calculan riesgos, es decir crean. En el apartado de las máquinas,
nuestra lucha como fabricantes y explotadores, es contra los jugadores lucrativos, pues la
única manera de ganar, de lucrarse, es encontrando fallos, trampas o trucos que
perjudican perversamente al explotador, al resto de jugadores, o lo mas habitual, a
ambos.

En este sentido la consecución de manera generalizada de máquinas estadísticas y no
cicladas, aun abriéndonos a controles mas estrictos por parte de las autoridades, creo que
es esencial y debe ser un frente de reivindicación mas fuerte de lo que ahora lo es, pues
parece que esto es una lucha de fabricante tradicional con su máquina ciclada contra
fabricante nuevo con máquina estadística, y la máquina estadística bien trabajada es una
buena máquina contra tramposos.

Por otro lado, y haciendo miá la idea que oí a Don Jesús Franco y a don Manuel Lao hace
tiempo, hagamos de la máquina B tradicional, o B1, o como se llame la máquina de bar
sencilla, lo que debería de ser, una máquina de entretenimiento. Tenemos las máquinas
de Salón, para jugadores avezados que buscan un par de horas de apuestas fuertes,
jugadas rápidas, que no miran su máquina hasta que ocurre algo en ella, algo que les
permite subir la apuesta, ganar o perder mas o mas rápido, y eso buscan. La historia en
ese caso la crea el propio jugador, que a menos que sea un tramposo, se crea su propia
historia sobre lo que puede estar pasando o lo que va a pasar en su máquina, o en el
multipuesto…

Estamos intentando dar al jugador del bar una máquina remedo a la de salón pero con
apuestas y premios menores. A lo mejor lo que tenemos que crear son máquinas para el
bar de entretenimiento, en la que sea la propia máquina la que cuente una historia al
cliente, y que este pague por seguirla, y le cree una ilusión, una incertidumbre, y que a
veces gane, y que aunque pierda, que haya pagado o perdido por un rato agradable.
Ahí dejo la idea, que no es miá, repasen los grandes modelos de los años 80 y 90, y hasta
alguno de los dosmiles, y encontraran algo de esta idea que aquí les he contado.

Óscar Pingarrón Durán

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