Maravilloso, mágico, inmortal Pinball
La expresión “jugar a la máquina” se incorporó a la cultura popular de nuestro país entre los años 50 y los 80 y no necesitaba más explicación, porque le había dado carta de naturaleza un modelo de inmensa aceptación y completamente inconfundible: el Pinball.
Sobre el pinball se han escrito libros -casi Enciclopedias- y miles y miles de artículos periodísticos, pero yo prefiero remitirme a mi niñez donde en mi casa vi algo que no era mucho más que una plancha metálica ingeniosamente claveteada e inclinada por la que se hacían caer unas bolas lanzadas con un muelle, donde ensayábamos nuestra habilidad. Una auténtica pieza de museo, exclusivamente mecánica, que probablemente había pasado por centenares de manos, tal vez de América, y que el ingenio humano pronto desarrolló incorporando al juego la electricidad con luces, sonidos, colores, serigrafía y música, además de una parte frontal con puntuación, todo lo cual transformaba una divertida mesa en una maravillosa máquina.
El hechizo no se perdió nunca y tanto en la casa de mis padres como en la mía propia ha habido muchas veces un pinball, no pude resistirme al de “La Familia Adams” o “Los Simpson”.
El Pinball fue la piedra angular y el germen del Sector del Automático, luego llamado Sector del Recreativo y que hoy es la Industria del Ocio y del Juego que da razón de ser a esta Revista y sostiene decenas de miles de puestos de trabajo. Yo creo que no hay nombres propios, ni de personas ni de empresas, que figuren en las raíces de la historia de nuestro Sector en cuya biografía no entre, en algún momento y con letras de oro, la palabra pinball.
El Pinball, se me ocurre pensar, fue el mejor inventor de la interacción entre el jugador y la máquina, la partida que recompensaba la habilidad prolongando el tiempo de disfrute y que sabía reunir a todo un grupo de amigos a cada uno de sus costados para competir entre bromas, emociones y que provocaba ese “¡Ay!” acompañado de un golpe de cadera cuando la bolita de acero decía adiós y desaparecía por la parte inferior del tablero.
Es una magia que nunca se perderá y que se sostiene al más excelente nivel profesional por una empresa como COCAMATIC, que puntualmente ofrece a nuestro mercado los modelos surgidos de la mejor tecnología y la inagotable creatividad de la firma STERN. Alfonso Palomares, fundador de COCAMATIC y actualmente su hija Mónica Palomares y Javier Gutierrez lo supieron y lo saben todo sobre este juego recreativo por antonomasia y hay que agradecerles en gran medida que el pinball tenga presente y futuro entre nosotros. Es por lo tanto un placer acercarnos a su trabajo desde las páginas de AZAR que ofrecemos a nuestros lectores.
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