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¡Entonemos un Mea Culpa!, por Germán Gusano

Germán Gusano

A menudo se ha analizado el mundo del juego de azar con prejuicios y con un cierto menosprecio, tanto por otras industrias, incluso menos relevantes que ésta, como también desde algunos ámbitos públicos. Sin duda, estas visiones no son solamente una laguna cultural, sino un imperdonable desconocimiento económico y de gestión si proceden de algún despacho oficial. Los juegos de azar forman parte natural del consumo de entretenimiento y se han ido adaptando a las inquietudes de las nuevas generaciones.

La industria del juego española está compuesta por una importante red de empresas, muchas de ellas con relevantes éxitos internacionales y lideradas por equipos de profesionales prestigiosos. Sin embargo, continúa sufriendo desafección social, lejos de la valoración que le correspondería. Una de las vías que hay que explorar, nuevamente y con urgencia, es la de favorecer la transparencia entre la propia industria y el poder político, en sentido amplio, entendiendo éste como el conjunto de actores que influyen en la gestión de un problema o interés concreto y no, solamente, la Administración correspondiente. Así, los mercados se unificarán si, previamente, se unifican los intereses, superando algún que otro odio cainita que, aun extemporáneos, se mantienen latentes.

Más allá de algunas meritorias iniciativas, los resultados no parecen ser del agrado de nadie y a algunos se les está acabando la resiliencia empresarial que mostraban hasta el momento. La amortización de los recursos empleados e inversiones realizadas a medio plazo es cuestionable cuando comprobamos que se plantean, de manera recurrente, los mismos intereses para desatascar aspectos esenciales -incluso para su viabilidad- de los diferentes sectores. Cierto es que el potente dinamismo actual tampoco favorece su articulación y defensa, ya que algunos van quedándose obsoletos a la par que las empresas y sus productos o servicios se ven amenazados, sin miramientos, por el desarrollo tecnológico que les rebasa.

Para responder a esta cuestión transversal a la industria, deberíamos detenernos en el factor motivacional, que es la principal aptitud que debe dirigir nuestros intereses comunes hacia el logro de los objetivos. Como sabemos, la motivación puede verse afectada continuamente por factores internos o externos a la organización; sin embargo, un líder debe predicar con el ejemplo, mostrando coherencia teórica y práctica, entre sus palabras y sus actos. Además, debe mostrarse capaz de llevar a cabo un autoanálisis, es decir, saber administrar las fortalezas y también las debilidades, con el propósito de alcanzar una mejora continua, al tiempo que se identifican las amenazas existentes y se aprovechan las oportunidades de crecimiento en la industria. Y, también, se necesitan líderes capaces de transmitir y contagiar ilusiones y emociones positivas, con inteligencia, tanto económica como social. Deben transmitir una motivación clara, compromiso, responsabilidad y mostrar habilidades de comunicación y de mediación, ésta última tan necesaria en nuestra industria. Liderando la diversidad en la tan deseada y vital unidad.

A nuestro pesar, la experiencia histórica en la defensa de intereses ha parecido ser la contraria: una “pelea” sin cuartel, aunque haya sido maquillada o encubierta, y en sectores colindantes. Las desavenencias iniciales, desembocaron en intentos parciales o fallidos en la integración de la industria. En las últimas décadas, ha habido novedosos intentos que acaban sumándose, paulatinamente, hasta constituir más de un centenar de asociaciones de distinto tipo y con diferentes preferencias sectoriales. Todas ellas conforman una red de transmisión de intereses, suficientemente atomizada, como para ser ineficiente, tanto en las líneas esenciales como en los grandes trazos que se requieren: unidad, promoción y defensa.

En nuestro recorrido, hemos cometido pecados que solo tienen que ver con uno mismo y sus miedos pero existen otros que, únicamente, se generan en la relación con el resto. Ahí continuamos pecando, más que posiblemente, de envidia, soberbia, ira, avaricia y pereza. Incluso algunos han pecado de gula y lujuria, pero ese es un negociado más individual. Navegando hacia la Salvación de la industria, debemos expiarlos en lo posible para evitar quedar encallados, una vez más, en la ineficacia.

Quizá, como dijo un Sumo Pontífice, el egoísmo puede que sea la raíz de todo pecado. La industria debe entonar un mea culpa y confesarse generosamente todos a coro.

Comencemos pues:

Yo, pecadora, me confieso al Juego todopoderoso,

a la siempre bienaventurada Administración,

al bienaventurado Estado,

al [más] bienaventurado Ministerio de Hacienda,

a los santos Autonómicos y Locales,

a todos los santos poderes, y a vosotras, industrias hermanas,

que pequé gravemente de pensamiento, palabra, obra y omisión (…)

En definitiva podemos concluir que, en el mercado lobbístico actual, tendrán el tan ansiado éxito aquellas agrupaciones que sean capaces de mantener una alta motivación y una interacción positiva, basada en adecuados canales de retroalimentación y comunicación, persiguiendo los añorados consensos con un efecto cascada. Como resultado, se obtendría un grupo de influencia cohesionado y flexible, capaz de hacer frente de manera efectiva a las diversas situaciones conflictivas que surjan en el entorno cambiante que constituye la industria del juego hoy en día, defendiendo los intereses y, por tanto, la viabilidad de las empresas sectoriales que la conforman, de forma solidaria.

Hay todavía mucho por hacer en este ámbito, tanto desde el mundo presencial como del recién llegado virtual, señalando la necesidad urgente de dotarse de plataformas y portavoces competentes –por suerte, alguno hay- que hagan eco de las necesidades, los intereses y los problemas comunes, para no quedar en el desamparo institucional, con el riesgo que supone depender exclusivamente de criterios públicos regulatorios, debido a la dispersión y diversidad de mensajes que reciben, en ocasiones, contradictorios en esencia. Todo ello favorece, en más de un caso, la parálisis institucional por el análisis de las propuestas y, simplemente, acaban recolectándose intereses de temporada, incluso ya putrefactos en los campos de juego.

Las luchas de las taifas lúdicas por el poder –en ocasiones, cuasitribales- deben erradicarse, de forma radical, para convertirlas en una diplomacia económica instruida, estable y comprometida, convencida de la importancia conjunta de la industria del juego y, por supuesto, mostrarse como una agrupación coral ante el poder político y en perfecta armonía vocal en su promoción y defensa

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NOVOMATIC

2 Comentarios

  1. Tiene mucha razón, y en pocas palabras se puede decir lo mismo; egoísmo, insolidaridad, ignorancia, envidia, inmadurez y al final la búsqueda exclusiva de sus intereses particulares, la falta de visión, entre otras, definen el comportamiento de los principales actores del sector, especialmente aquellos que forman o han formado parte de los consejos directivos de las asociaciones, porque algunos se mantienen al margen de éstas aunque también participan de las mismas definiciones.

    Soluciones ?, complicadas, porque habría que pasar a todos por un centro de rehabilitación para reconducir su conducta; algo asó como sean responsables con el juego; imposible.

  2. Los problemas del asociacionismo en el sector se detectan con mayor claridad desde fuera del mismo que desde dentro. Por ello el director de la Fundación puede realizar un irónico análisis .Por mi parte añadiría que sería curioso e interesante saber, aunque fuera de manera aproximada, los recursos económicosdedicados a sufragar las actividades de las asociaciones y que se han gastado principalmente en jolgorios y comilonas olvidandose de la acción principal que es hacer lobby.

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