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Disfruta de una apasionante paseo por la historia de nuestro Sector

Presentamos el número 17 de la Revista AZAR, con los hermanos Orenes como protagonistas

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Con un look futurista de Superhéroes galácticos los hermanos Elíseo y Ángel Orenes llevaban a la Portada de AZAR de abril de 1986 una imagen de vitalidad y fuerza que se habían ganado a pulso. Su trayectoria empresarial causaba admiración y asombro: veinteañeros y en principio circunscritos al horizonte laboral de su pueblo natal de Alquería en Murcia, una pequeña localidad volcada en la producción de fruta, y al negocio familiar de panadería, los Orenes rompieron moldes y desde unos primeros futbolines, pinballs y tocadiscos hasta unas Máquinas B que todavía resultaba raro ver en los bares, se movieron sin parar como Operadores y luego como Distribuidores, y llegaron mucho más allá de su provincia para poner a una velocidad fulgurante los cimientos de lo que hoy conocemos como el formidable Grupo ORENES, cuyo protagonismo de primera línea está prácticamente en todas las actividades del Sector. Aquellos muchachos con talento, con voluntad y sin complejos pasaron de tener un empleado a docenas, centenares, a recibir Premios de la propia CEOE y sobre todo a convertir en realidad el sueño del éxito empresarial y personal a escala de película: Elíseo era el patrón de su propia embarcación y Ángel pilotaba su avioneta sobre los cielos…

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De los cielos y de los sótanos normativos de nuestro Sector se ocupaba entonces el Ministerio del Interior que era quien elaboraba el Libro Blanco del Juego, es decir el equivalente al Informe del Juego que en la actualidad confecciona la DGOJ del Ministerio de Hacienda. En 1986 aquel documento oficial ofrecía datos muy llamativos. Decía, por ejemplo, que solamente entre dos Fabricantes se acaparaba el 30% de las ventas y que están se limitaban en el mercado a únicamente siete productos. También reconocía el Libro Blanco que el beneficio en los locales de Hostelería que tenían máquinas recreativas era de 600.000 pesetas al año. En cuanto al número de puestos de trabajo derivados del Sector ofrecía la cifra de 35.000. Simultáneamente otro Informe, éste elaborado por iniciativa de FACOMARE, situaba esos empleos en la cota de 100.000 y ponía el foco en cuestiones obviadas por el Libro Blanco como que “lo cierto es que no existe ningún otro sector que soporte una carga fiscal equivalente al 50% de sus ingresos brutos“.

Cifras aparte, la cuestión de las máquinas en los bares llegaba a nuestras páginas por una cuestión polémica: ¿Podía el dueño de un local desahuciar al arrendatario si instalaba modelos recreativos? Se había dado un precedente hacia dos años en Sevilla en el que el juez dijo que sí, pero la resistencia de un barero a que hicieran lo mismo con él desató nuevamente la controversia. AZAR entrevistó a Carlos Pueyo, Jefe de la Asesoría Jurídica de CODERE, quién nos explicó detalladamente que no existía tal motivo de desalojo: Ni instalar máquinas recreativos era un cambio en la naturaleza de negocio del bar, ni el arrendador podía subir el precio del alquiler por ese motivo.

Más bien lo que pasaba es que muchos querían “pillar” del Sector a toda costa. Ese fue el caso de la Asociación Empresarial de Hostelería de Gijón que se inventó nada menos que este impuesto revolucionario para las máquinas: una tasa de 2.000 pesetas por aparato, un mes de recaudación completa para el bar por ponerla y un reparto del 60/40 a su favor. Menos mal que a su vez los 24 Operadores de la Asociación de Empresarios de Gijón-Avilés plantaron cara a ese despropósito y lo echaron por tierra, y eso sin ayuda de las grandes siglas del asociacionismo nacional que brillaron por su ausencia en esa batalla.

Otras batallas se vivían a escala política. En Cataluña el Parlament aprobó la Ley de Creación del Organismo Autónomo de Juegos y Apuestas (que después daría tantísimo que hablar) al que tan solo plantó decididamente cara el diputado y dirigente comunista Rafael Ribó aduciendo que eso suponía una “deslegalización de la materia”. El mismo Rafael Ribó que bastantes años después conoceríamos en el cargo de Defensor del Pueblo en la Cataluña con sus pujantes loterías propias. En Andalucía se aprobaba la Ley de Juego de la Comunidad, con la evidente laguna de no contemplar la fabricación de máquinas ni su importación exportación. También había temblores en la Comunidad de Valencia al ver que su Generalitat optaba por ponerse en la estela de la de Cataluña e imponer una fianza a las empresas Operadoras entre las 600.000 pesetas y los 30 millones. Y en Galicia a muchos se les ponían los pelos de punta ante el rumor de que se iban a expedir 2.000 permisos de explotación de Máquinas B que llegarían rebotados de Cataluña en una operación de muy dudosa legalidad.

Claro que la legalidad podía ser algo tan frágil y tan inintencionadamente atacado como ocurrió con el caso de las piezas de prueba para sus máquinas en fábrica producidas por CIRSA. Estas fichas, que no monedas, y en las que constaba que no tenían valor legal, se utilizaban para ensayos internos en las cadenas de montaje de los modelos, pero CIRSA las había dado tal perfección en calibre y peso que podían funcionar perfectamente en el mercado en todo tipo de aparatos de pago automático. Y en una exposición de sus modelos realizada por la empresa en la Feria de Muestras de Barcelona alguien las robó en grandes cantidades para luego utilizarlas fuera del recinto e incluso fuera de Cataluña. La propia CIRSA alertó al Banco de España de los hechos y no sabemos si se llevó una reprimenda del tipo de “¡Pero hombre, a quién se le ocurre hacer tan bien las cosas! Hagan sus fichas un poquito peor“.

Peor, pero no tanto como lo estaba haciendo la Organización de FER 86. La arbitrariedad en el reparto de stands y la avidez de cobro de Interalia estaba poniendo en peligro el buen fin de la Feria y así lo publicó nuestra Revista sin temor a los intentos de represalia que pudieran conllevar esa información.

Por fortuna no todas las páginas de AZAR tenían que dedicarse a temas tan espinosos: hay estaban las magníficas y relajantes colaboraciones surgidas de la pluma de Raúl del Pozo y de Máximo y, para despedirnos con el corazón en sus mejores palpitaciones, la noticia de que sólo le faltaba el último empujón al Asilo de Pradoluengo, levantado con la iniciativa de un histórico profesional del Sector como Julio Marroquí y las aportaciones de otros empresarios y compañeros del Recreativo.

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